lunes, 16 de marzo de 2015

CANCIÓN DE LOS ATARDECERES

A FABIÁN PAZ

Y los viste arrastrar sus cadáveres 
A los valles desolados del silencio…
¡Cuántas veces no he contemplado 
El atardecer en las aguas negras de mi cadáver!,
En las aguas negras e infectas del mundo, del hombre animal.
Y desprecio esos ojos extintos, contristados,
Que claman noches eternas o pan fresco o glorias irrealizables
Desde las puertas mancilladas de una vieja iglesia.
Porque el hombre es ser viciado por naturaleza,
Un ser viciado y esclavo perpetuo del anhelo… de sí mismo.
¡Y es que somos unos adictos!
Adictos a la vida,
Adictos al dolor
Que es la madre bella de la santidad,
Adictos, adictos a las revoluciones fallidas del alma…
¡Cómo incluso aborrezco esos narcisos de fuego y ese martillo
Y esa hoz y mucho más ese poema que nos cuelga del remoto pasado
Como un miembro inerte imposible de cortar!
Sé que los viste arrastrar sus cadáveres, Fabián,
Los viste con tus ojos de afable profeta;
Los viste sin verlos como yo vi 
Los atardeceres, los ocasos, las caídas duras de los días;
Los viste sin verlos como yo vi 
El infame desvanecer de lo ya desvanecido,
Como yo vi en ese cadáver apático, inapetente, 
De pétalos negros y trágicos, 
Nuestra propia caída en una fosa o en un cielo inescapable:
¡Lo mismo da!
Porque la vida parece ser
Lo moribundo de la muerte…
¡Pero todo es mentira, maldita sea!
Porque somos todos unos santos.
Unos adictos a lo inerte,
Unos adictos a lo imposible,
Unos adictos al ser…
Quizá por eso, mi amigo,
El Quijote fue el más sabio de los locos…
Quizá…
Quizá…

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