viernes, 1 de noviembre de 2013

Javier Gonzalo Rodriguez

El peluquero

Si algo caracteriza a mi madre es su capacidad de hacer sociales con Dios y Maria Santisima.Ella posee un abanico muy amplio y variadito de conocidos. Allá por el verano de 1988 mi pelo pedía un corte y en contra de mi voluntad de cambiar de peluquero, mi madre opto por llevarme donde un amigo. Llegamos a un garaje donde había una “peluquería” a cargo de un muchacho que era la reencarnación de Pancho Villa y que fumaba sin parar. Mi sexto sentido me decía que nada bueno estaba por pasar.
El gemelo de Pancho Villa inicio el  procedimiento habitual de colocar las capas que protegen la ropa del pelo cortado y se dio marcha al proceso de corte con tijeras, pero al correr de los primeros diez minutos el peluquero comenzó a sudar en exceso y se lo notaba nervioso, en exceso nervioso y el espejo era testigo de algo que ni yo quería creer. En mi cabeza se asomaban huecos sin pelo producto de la tensión nerviosa del peluquero y la mía comenzaba a crecer.El peluquero comenzó a retroceder mientras decía “ no puedo seguir “ y temblaba  y yo  al grito de “sacame de aca” le sugerí a mi madre que haga una hábil maniobra de evasión de ese peluquero. Entre las disculpas del peluquero ,mis gritos y la reacción de mi madre, semejante a sacar un Citroen 2 CV en tercera, salimos para donde mi peluquero.
Luego me entere que el gemelo de Pancho Villa estaba en pleno proceso de desintoxicación y mi madre en una acción filantrópica, me utilizo como conejito de indias para que su “amigo” vuelva a trabajar.
Por suerte mi peluquero y su gran habilidad hicieron que mi cabeza no quedara como Libia luego de las bombas que lanzara la OTAN.
En fin,anécdotas de la infancia…

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