viernes, 3 de enero de 2014

María Amparo Lamas Abella

El glamour.

Belleza oculta,
inundando lo superficial.
Ternura invadiendo,
milímetro piel a piel.
El hechizo de unos ojos al mirarme,
sin vaciarme.
Almíbar que da el pecho al ser.

La elegancia de sobreponerse a las cornadas.
Dibujar una flor en la válvula roída,
ojal abierto al borboteo de sangre.

La fascinación por el paisaje,
aunque no te acepte en su bando.
La veneración por la alegría,
aún cuanto ella pase de largo.

La atracción,
magnificación,
glorificación de todos tus ciclos.

El saber bailar con pies descalzos,
comprimir las ampollas,
sin hacerlas caso.

El formar parte de un coro celestial,
disminuido en oído, 
nulo en canto.

El trazar siendo manco,
delineando sin cuartilla ni lápiz.
Ocultar las miserias en un petate.
Destacar con purpura decencia,
tus cualidades y encantos.

Bailar con lobos sin que te ataquen.
Sacarle la lengua al desastre.
Llorar sin derrumbarse.
Reír sin asfixiarse.
Vivir sin agarrotarse.
Soñar con insomnio,
elevarse.

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