No era una pregunta estúpida después de todo, me dije mientras trataba de salir del estado de conmoción. En ese momento y con esa imagen entendí por qué quería ser artista y compartir mis deseos con otros. En la mitad del patio de bellas artes de la Universidad Pedagógica Nacional, una fría mañana Bogotana, aprendí mucho más que en las eternas clases de solfeo y armonía. Allí entendí, que el conocimiento es una mágica unidad plural, el gran maestro había realizado un performance para responder a una adolescente de 15 años que tal vez preguntó por instinto y deseo de saber sobre algo que siempre le había inquietado.
Más tarde y literalmente más tarde, como a eso de la 3 p.m., me tomé el derecho de presentarme con un grupo de música experimental, debo aclarar que no tenía idea de lo que significaba experimental. Nos presentamos en el patio de la Universidad Nacional, con una variedad de instrumentos tocados por 6 adolescentes convencidos y yo, una directora que sólo tenía ganas de hacer. El grupo experimental de Bogotá llevaba 3 meses montado temas un poco difíciles de definir. Sentado en el fondo del patio un hombre de barba larga y anteojos redondos escuchaba atentamente. Al terminar el concierto y mientras recogíamos todo, este hombre se me acercó diciéndome: “ -oiga hermana esa música es suya?-….” Al voltearme, ante mí, estaba nada más y nada menos que Jorge López, creador y director del grupo Yaki Kandru.
Todo artista o estudiante universitario de esta época sabía que este grupo era el más importante de Latinoamérica. Con pudor le contesté, un tartamudeado sí. Sus ojos se abrieron y con ceño fruncido me dijo, nunca se avergüence de sus actos, la espero en esta dirección mañana a la 4 p.m. Me entregó los datos en una hoja de cuaderno que le alcancé. Al otro día me presenté al sitio y empecé una historia de 10 años recorriendo el mundo al lado de tan generoso maestro e importante grupo.
Este ejercicio de recordar algunos de los maestros que dejaron una huella maravillosa en la arcilla de mi pensamiento, es un ritual permanente y sagrado que realizo cada vez que estoy próxima a un intercambio de experiencias en un aula. Muchos profesores tuve, muchos docentes trataron de llevarme por el camino de su verdad, pero solo los maestros me dejaron ser, sólo ellos respetaron mi naturaleza con la claridad de saber que solo podían interactuar conmigo en una búsqueda paralela. Por ellos soy artista, por ellos quiero interactuar con otros.
Si cada uno de nosotros hace este ejercicio, seguramente encontrará en sus recuerdos más vívidos, frases, situaciones, gestos, reacciones de maestros que nos dejaron una profunda huella. Posiblemente no recordemos exactamente los temas que nos expusieron, pero de manera cinematográfica podemos revivir esos momentos que por sus actos nos transformaron. Es allí, en esa humanidad curiosa y despojada de enfermedades endémicas provocadas por el estatus, donde está el embrión del tejido en constante construcción que provoca conocimiento.
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