Excitación tejida
Con vientos de escarlata fragante…
Los días tristes y ciegos,
Los días cansados de tanto caer,
Se aferran con fuerza a ese resplandor
Que se hunde en la dulzura del cerezo,
Y que hace brotar soles ardientes
-¡soles o el rocío del tiempo!-
Y clavan sus garras rotas
En la muralla tosca de la aurora,
Clavan sus garras negras y rotas
Y se van derramando,
Como un amargo dormir,
Sobre el abismo de lo inexistente,
En el escapismo del alma,
En esa hondura o en ese olvido infame
Que oculta el susurro de las ausencias…
¡Flameante despertar de las hortensias!
¡Flameante mar que bulle en los ojos
Que columbran los riachuelos perdidos del ser!...
Excitación tejida
Con vinos de escarlata fragante…
Y al rasgar el velo del yo
En ese desierto ahogado -¡suicida!-
La vida se expone desnuda,
Exquisita, bella, silente, confusa…
La vida fulgente, la vida mía, la vida umbrosa,
¡Todas las vidas!
¡Todas las vidas
Desnudas cual ónices eternos!
Recién nacidas
Del argento de la noche estupefacta y contrita.
Son bellas
Porque incitan a poseerlas,
Son bellas
Porque el deseo hondo, hondo,
Las torna magnas y perversas…
Las Vidas… Las Vidas taciturnas
Los Días tristes y ciegos…
El edén es tan sólo un fugaz gemido
Que tras calcinar el ensueño
Se deshace en un vago recuerdo…
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