martes, 10 de marzo de 2015

Javier Sarasola Ruiz


Cada uno de nosotros está constituido por la totalidad del mundo; y así como llevamos en nuestro cuerpo la trayectoria de la evolución hasta el pez y aún más allá, así llevamos en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas humanas.” Herman Hesse (Demian)

Aquella noche pude ratificarlo... Todos llevamos un animal dentro… 

Eran las dos de la madrugada. La cocina estaba llena de cucarachas por todas partes. Yo me había imaginado que Leo se lanzaría hacia ellas como león y las devoraría en unos instantes. Sin embargo, actuó como si no hubiera nada, como si no viera nada... A pesar de que aquellos asquerosos bichos inundaban nuestros platos, vasos, cubiertos, baldosas, paredes, ventanas… 

¿Y ahora qué hago?- pensé- ¡Vamos, Leo, ataca!- Le dije.

Pero éste me miró sin inmutarse un milímetro. Entonces, ante la desesperación del momento y sabiendo que era un tema de vida o muerte para él, no tuve otra opción que intentar algo desesperado...

Me lancé al suelo como felino y atrapé una cucaracha. Leo me miró con curiosidad. ¡Había captado su atención! A continuación, puse la cucaracha delante de él, boca abajo, pues no quería que se escapara fácilmente. Él la tocó con su pata. Fue un toque inocente, inofensivo. Ni siquiera mostró sus afiladas uñas. Simplemente, le dio un leve golpecito. Pero aquel pequeño impacto hizo que la cucaracha se diera la vuelta de inmediato y escapara a la velocidad del rayo, mientras Leo la observaba como si no fuera con él, como quien ve un documental de animales salvajes en discovery channel.

Nuevamente, cacé uno de aquellos nauseabundos insectos. Esta vez, mientras que con una mano le sujetaba el cuerpo, con la otra sostenía la pata de Leo, al tiempo que le increpaba para que sacara sus uñas. No sé cómo ni por qué Leo se zafó de mi mano y en esta ocasión, en vez de ignorar al bicho, lo golpeó contra su otra pata, como quien hace malabares con una pelota. Creo que aquel ejercicio le pareció divertido, porque lo repitió unas cuantas veces. Sin embargo, la noche transcurría y yo seguía sin conseguir que Leo adquiriera la repugnante costumbre de comerse aquellos repulsivos insectos…

Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario