martes, 13 de agosto de 2013

Oscar Eduardo Flores

SIEMPRE FUE PARA ACARICIAR…

Una vez más estoy parado frente a ti,
en tu puerta de recepción,
solos…
lejos del mundo que ignoramos,
porque cuando estamos así,
es cuando al apreciar que tú,
al mirar a tus brillantes ojos,
te estremeces y me abrazas con pasión,
cuando te acaricio te sofocas de ardor,
toco tus mejillas sonrosadas y las beso.
Bajo lentamente hasta tus senos,
al rozarles como pétalos de rosas,
con la punta de mis dedos,
siento sobre tu blusa negra,
como se endurecen de complacencia.
Sigo bajando hasta tu cintura,
percibo como meneas tu cuerpo,
ya en estado deliciosamente fogoso.
Tus y mis besos son cada vez más excelsos,
tus manos con una importante sutileza,
buscan también mi piel,
y las mías rondan por tus piernas,
llegando a tus caderas que aprisiono,
y aprieto a mi piel que tú haz tomado,
para juguetear por debajo de tu falda,
directamente con tu jardín florecido,
pero sin llegar a romper pétalo alguno,
aunque sé que lo deseas que pase,
sólo espero que me lo pidas.
Miro tus labios que los muerdes con deseos,
tu respiración está más agitada,
tomo tu pierna derecha y la elevo,
hasta llegar a mi piel más que encendida,
que se encuentra entre tus tersas piernas
y es cuando me pides que… ¡Si!,
porque quieres sentirme,
ahí es cuando llego y estoy adentro…
mi y yo…desmayamos de placer.

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