EL CALVARIO DE CRISTO
En la noche turbulenta
tiniebla que cubre de sangre
el rey de reyes
le envuelven cadenas que le apagan.
Lamento de las estrellas
repiqueteando gritos en la desesperación
arremolinándose los pensamientos.
Reflexiones de un antagonista
brota en lo profundo de sus acciones
petrificando todo en su camino
reconocer terrible actuar
desconsuelo que lastima el alma
traición que le vulnera a Judas
clamando a los cielos
“yo he pecado,
he entregado sangre inocente”
Jesús ha ido al presidio
señalado por aquellos que le temen
y los odios mal infundados
entregándoselo a Pilatos
para que indique el castigo pertinente.
Experiencia de un Justo
la equidad se pierde en la balanza
no existiendo escarmiento que merezca
crimen que viene en camino
en el pesar de un hombre honrado
terrible padecimiento que debe soportar
grito estridente de un Pilatos
que no encuentra motivo que amerite
semejante escarmiento
y al pueblo indica:
“inocente soy de la sangre de éste Justo”
Terrible sufrimiento inmerecido
padecimiento para librar de culpas
lacerándole una y otra vez
latigazo que lloraba sanguinolencia
claridad de una carne
que se encontraba en sus límites.
Pedro en su lejanía observa
devastadora pesadumbre
su miedo no le permitió enfrentar
y negó aquél
que en su calvario se encontraba
siendo precisamente
a quien él dijo amar.
Yaciendo fuego que le calcinaba el corazón
rememoró palabras de presagio
“recordó que el Maestro le dijo
antes que el gallo cante
tú me abras negado tres veces”.
Maldad lastimera y profana
fuego de piel lesionada
de aquellos verdugos que no paran,
caen los lamentos del corazón
que no logra recobrar el aliento
serpientes que se visten de hombres
esparciendo hilos de sangre.
Ahora toca a las Alturas hablar
desolación de terrible condena
liberación a cambio de muerte
por los pecados de los hombres amados.
Incesante que provoca padecimiento
siendo aquel que proclamo el amor.
Terrible tarde para encontrar la muerte
crueldad de aquellos que no comprenden
escarnio de mil rostros
cruz que al paso
profundiza sus espinas.
Alma de aquel ladrón de mil andanzas
que en su agonizante momento
aparece antagónica su substancia
pidiéndole aquel que se encuentra a su lado
“acuérdate de mí cuando estés en tu reino”
El centurión que en su frialdad ve
aquel escenario de pesar
se mantuvo callado
observando terrible locura
la muerte había cobrado su paga
quien fue crucificado.
Luego del grito del cielo y la tierra
que clamaban tanta perversidad
sus palabra fueron:
“verdad este hombre era justo”
Y es aun en nuestro tiempo
que se lamenta la vergüenza del hombre.
Pero la pregunta queda en el aire
¿hemos aprendido realmente?
Ya que todavía causamos daño
a todos nuestros hermanos
por la soberbia y vanidades que carcomen.
Sandra Méndez
Guatemala: “Lugar de bosques”
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