Después de una noche de lluvia
todo es silencio, todo es calma
apenas se escucha la música de fondo
y el murmullo de unos vasos al chocar suavemente.
Ha llovido
el agua dulce de las saladas nubes se ha llevado todo
la mugre, el olvido, la colilla del cigarro, las huellas
los pasos indecentes, los tacones presurosos
las sonrisas esquivas
los escupitajos
los náufragos
y las semillas.
Así quisiera que fuese siempre,
que lloviera una noche eterna
y después dejara un cielo sin nubes,
un silencio ligero, sin costuras, sin espera
sin prisas y sin espacios,
un silencio que derramara su melodía
sobre los frailes, los padres,
las putas y los gatilleros
las iglesias, los niños que lloran su soledad en la almohada
los gatos tristes
los libros deshojados
las faldas rasgadas
y los perros sin dueño.
La lluvia se ha llevado todo
menos el recuerdo
la esperanza, la sonrisa
la caricia, la palmada, la compañía
la boca pintada de carmín
que permanece ahí
en esa esquina
esperando al oficinista
que pasa sin verla pero que le dice con su boca cerrada
-sígueme-
urgido de orgasmos
urgido de oídos.
Parece que esta noche
El ruido se ha quedado dormido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario