Y ahí, todo abandonado,
Deshuesado,
Reducido a una vorágine amorfa
Tras haber lamido cada gota
De la locura agria, dulce, ardiente,
Que fluye por lo más oculto
De la experiencia aberrante;
Alzo mis ojos nunca contritos
¡Pero si doloridos!, para entrever
En la palabra derrumbada
La lumbre tenue de la Muerte
Que da vida a todo fin…
¡Oh poeta, vampiro o perversión!
El hombre desciende de las ramas
O de las sombras que cuelgan desahuciadas
En el propósito de fugarse del ensueño.
Y el alma: ¡La Poesía!,
Atrás en el abismo
O en el cenicero de la honda inmensidad,
Consumiéndose poco a poco
Como las cascadas ya extintas
Que en su caída perenne al no-ser, contienen
Todo el fuego incandescente de la mar.
Ya los pasos furtivos no recorren caminos,
Sino que la noche insomne
Es el estrépito de un día más.
Ya los brazos no conocen la batalla,
Pues ante el peso de las cadenas
Se han sembrado en tierra muerta
Para dar como fruto
El sol negro de la sumisión.
¡Oh poeta, vampiro o perversión!
El hombre de hoy, ¡el tecnológico!,
Es el vil desprecio de su propia idealización.
Tan ciego y tan yerto está en vida
Que no siente cómo bulle la revolución
En la hendidura de su verbo contristado.
Cómo duele haber perdido los huesos
Para descubrir que
El hombre desciende de las ramas
O de las sombras que cuelgan desahuciadas
En el propósito de fugarse del ensueño.
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