El Poeta, el mamotreto de la Vida,
Tan sólo conoce ese amor monstruo que surge,
Que se alza torvo desde la inconsciencia.
El tiempo va tan len-ta-men-te
Que cuando termina el coito universal,
Simplemente quedan los surcos en los terrenos baldíos
De la supuesta emancipación.
¡Pero menos mal no estamos tan tristes!
Porque esta cuerda está más floja
Que los dientes de la vejez.
Aunque no! Mejor contemos historias…
Como cuando quizá nací
Y madre no se dio de cuenta.
Así de enojada estaba con la Vida, con la Sombra,
Conmigo mismo; ¡pero no con Dios!
Tras hacerte el amor
Bajo la umbrosa y fragante languidez de la medianoche,
Te entierro, ¡impávida!, en una alta colina
Para que de tu espalda blanca y constelada
Nazca una huerta de amores sin desilusión.
Y yo veré mis costillas prominentes
Como altas y níveas cordilleras.
Y te sabré muerta en la eternidad de lo bello.
Pero no tendré hambre ni recuerdo
Porque el mundo y Dios se habrán ahogado
En la suave y rumorosa corriente.
Ay, ay, ay!
Cómo ante estos martillazos tempestuosos
En mi finita y trémula puerta,
Siento nostalgia, honda nostalgia de todos aquellos
Que mañana morirán.
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