Donde te busco, querido Mario,
-en la tierra, en los árboles, en la alegría-
te veo, sí, dibujando encantamientos
y vértices y júbilos conclusivos.
Estás Mario, aquí nomás, sin domingos,
en las hojas -revoloteando cómplices-
de los otoños y de las primaveras.
Donde te busco, Mario hermano,
en la humanidad esperanza
y en las esperanzas derramadas.
En la vida, Mario, ahí estás,
con la poesía guerreando a las guerras,
con el amor y el desamor,
con los besos enteros y con la palabra.
Donde te busco, en la tentación del amor
y en los sueños altos, de montañas,
y en las derrotas también
-reclamando que no nos rindamos-
donde te busco, Mario,
junto a nosotros y bajo estas estrellas,
te encuentro
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