martes, 18 de junio de 2013

Cita con angeles

Silvio Rodriguez - Cita con angeles

Desde los tiempos más remotos 
vuelan los ángeles guardianes, 
siempre celosos de sus votos 
contra atropellos y desmanes. 
Junto a las cunas infantiles, 
junto los tristes moribundos, 
cuentan que velan los gentiles 
seres con alas de otro mundo. 

Cuando este ángel surca el cielo, 
no hay nada que se le asemeje. 
El fin de su apurado vuelo 
es la sentencia de un hereje. 
No se distraiga ni demore, 
todo es ahora inoportuno. 
Va rumbo al campo de las flores 
donde la hoguera espera a Bruno. 

Se lanza un ángel de la altura, 
caída libre que da frío. 
La orden de su jefatura 
es descender hasta Dos Ríos. 
Es 19 y también mayo, 
monte de espuma y madre sierra, 
cuando otro ángel a caballo 
cae “con los pobres de la tierra”. 

Dicen que al filo de la una 
un angelote compasivo 
pasó delante de la luna, 
sobrevolando los olivos. 
Y cuentan que con mala maña 
fue tiroteado su abanico, 
justo a la hora que en España 
se nos mataba a Federico. 

Un bello arcángel aletea 
junto a un gran pájaro de hierro. 
Procura que un hombre lo vea 
para ahuyentar cien mil destierros. 
Pero el arcángel se sofoca 
y un ala azul se le lastima 
y el ave negra abre la boca 
cuando atraviesan Hiroshima. 

Dejando un surco luminoso 
por sobre Memphis, Tennessee, 
pasó volando presuroso 
un ser alado en frenesí. 
Iba vistiéndose de luto, 
iba llorando el querubín 
e iba contando los minutos 
de Dios y Martin Luther King. 

El ángel pasa bajo un puente, 
después rodea un rascacielos. 
Parque Central, lleno de gente, 
no se da cuenta de su vuelo. 
Cuánta utopía será rota 
y cuánta imaginación 
cuando a la puerta del Dakota 
las balas derriben a John. 

Septiembre aúlla todavía 
su doble saldo escalofriante. 
Todo sucede un mismo día 
gracias a un odio semejante. 
Y el mismo ángel que allá en Chile 
vio bombardear al presidente, 
ve las dos torres con sus miles 
cayendo inolvidablemente. 

Desesperados, los querubes 
toman los cielos de la tierra 
y con sus lápices de nubes 
pintan adioses a las guerras. 
El mundo llena los balcones 
y exclama al fin: esta es mi lucha, 
pero el señor de los cañones 
no mira al cielo ni lo escucha. 

Pobres los ángeles urgentes 
que nunca llegan a salvarnos. 
¿Será que son incompetentes 
o que no hay forma de ayudarnos? 
Para evitarles más dolores 
y cuentas del psicoanalista, 
seamos un tilín mejores 
y mucho menos egoístas.



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