miércoles, 29 de mayo de 2013

Gabriel Aviles


Pánico me da la calma de los sábados en austeridad donde perros hambrientos muerden las sobras del dolor mientras pederastas acaban con el himen de Alicia en el país de las infamias.

Angustias me persiguen con sus cánones y hacen del letargo, un sitio ambidiestro, el cual amanera a los adolescentes que tratan de desnudar mujeres con pubis lampiño, así, su eyaculación precoz en vejez tardía.

Pavor siento al reflejarme en una idea común u otras aliteraciones rutinarias. Prefiero la inanición de un amante con falo o vagina y no pensar en mi esclavitud.


La desesperación me hiere con el destierro de horas hasta transmutarme a la menguada inconsciencia de los onanistas que juegan al placer oyendo evangelios provenientes del seminarista investido de proxeneta.

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