Burbujas cúbicas
La forma que las caracteriza no les permite elevarse a la misma altura que la de sus colegas esféricas, pero son extremadamente bellas, eso nadie puede objetarlo. Es verlas y sentir un extraño placer por lo ingenuo, usted sólo tiene que agacharse un poco para apreciarlas en toda su dimensión, flotando justo en su nivel. Cuando me topo con alguna, puedo quedarme minutos admirándola, alelado por su extrema sencillez, por ese sentido de la sostenibilidad precaria y sin embargo tozuda que tanto las define, hasta que su explosión predestinada nos sorprende a ambos y nos reinserta en el ciclo de la vida efímera. En el caso de que usted quiera crear las suyas propias, las burbujas cúbicas no se forman con detergente, debe usar jabón neutro, de Potentia Hydrogenii 5.5, sin embargo quedan más etéreas cuando se utilizan geles fluidos, incoloros y de escaso -o ningún- aroma. Es necesario que el soporte desde el cual se sueltan sea de ángulos rectos, en lo posible de alambre de aluminio, ya que es de fácil manejo y bastante económico, pero evite doblarlo repetidas veces pues podrá provocar su calentamiento o, en casos extremos, llevarlo a que se parta. El soplido para liberarlas de su estructura tiene que ser muy delicado, pues las burbujas cúbicas son muy quisquillosas, suelen considerar cualquier impulso de energía heterodoxa como una muestra de agresión hacia su esencia cubil... cubal... cubical. Esté alerta, generalmente van acompañadas de otras más pequeñas -las burbujas rémoras- que también son hexaedros y están siempre dispuestas a unírsele o a destruirlo, de acuerdo al momento o a su conveniencia. Aunque usted no lo induzca, el estallido de las burbujas cúbicas es inevitable, si está demasiado cerca, probablemente le provoque ardor en los ojos, pero con un sencillo enjuague con agua mineral o té verde volverá a ver las cosas con normalidad.
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