ASINCRONICIDADES
Apagó el sueño, hizo pis en el despertador, se lavó el baño y bebió unos dientes antes de cambiarse los mates. Se sacó la ducha y se dio una ropa reconfortante.
Antes de salir, cerró la puerta con el celular, miró la hora en las llaves, llamó a la calle y salió al ascensor.
Caminó los compañeros que lo separaban de la oficina y al llegar saludó a todas sus cuadras, para luego sentarse, como todos los trabajos, en su puesto de computadoras frente al día.
Cuando terminó de despabilarse, se presentaron las dudas: “¿Eché llave a la puerta antes de salir? ¿Cerré el gas de las hornallas? ¿Habré apagado el calefón? ¿Me puse ropa limpia?”
“Parece que sí”, se dijo. Sacudió levemente la cabeza para borrar la modorra y cualquier vestigio de duda, se encogió de hombros para restituirla un poquito, y notó con satisfacción que su cuerpo y su mente comenzaban a sincronizarse.
Agarró el mouse de la PC y el movimiento brusco que efectuó, hizo que el teclado, junto a la mitad de los objetos que había sobre el escritorio, se desplomara violentamente contra el piso.
Por suerte, la jornada laboral ya estaba terminando.
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