miércoles, 16 de octubre de 2013

Nancy Mejía


LA NIÑA.

La tierna sonrisa que habita en su cara 
de ojitos azules y linda mirada
pupilas brillantes, mejillas rosadas,
suave piel de ángel y trenzas doradas.

Es ella la niña, la hijita mimada
más lejos que el cielo, es ella adorada
la quiere la vida, de ella enamorada,
la quiere la luna de cara plateada.

Y como a un tesoro, muy bien custodiada
se cuida a la niña de trenzas doradas,
por malos e injustos es muy codiciada
que buscan robarle su tierna mirada.

Camino a la escuela, su mano es llevada
por una viejita de cara arrugada
la deja en la puerta, con fe ilusionada
de ver a su niña tras horas pasadas.

La tierna inocencia de niña mimada
distrae sus quehaceres, se siente asombrada
un hombre sonriente, de cara pintada
le ofrece los dulces que a ella le gustaban.

Buscando el banquete de gomas rosadas,
se acerca la niña de trenzas doradas
y sin darse cuenta, dormida, engañada
perdió la inocencia y cerró su mirada.

Angustia en el pecho, lágrimas plateadas,
dejaron la muestra de un alma atacada,
la hallaron sin vida, con ropa rasgada
y un gris pasaporte que al cielo llevaba.

Mujeres y hombres con alma malvada
que atacan el cuerpo de niñas mimadas,
sacian la codicia, de sed desalmada
condenan los sueños, a tumbas cerradas.

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