Me Oliverio olvidaba
que Girondo giraba
que Mario marcaba
y Benedetti bendito bendecía mi raza.
Me Julio invadía …
Cortaba Cortazar justo a tiempo.
Pablo, que de Vallejo nada
y de Neruda todo,
y César que se quedaba mudo
con tanta Alfonsina viva,
acompañaban a Alejandra
a subir las Pizernik escaleras,
atravesadas por Jorge Luis
y por verdes Ocampo.
Me subían y bajaban
Mientras, un son sonaba
y llegaban juntos, todos
a la lapicera, a mi papel en blanco y a mi esperanzada idea,
de ser poeta.
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