miércoles, 3 de abril de 2013

Gabriel Aviles


A punto de yacer, rescato vestigios que el mar devoró mientras dormías, a paso lento, el murmullo de las caracolas restaura ansias del poema decreciendo. Tú como en la infancia, escribes en braille, mensajes del océano que el sargazo cubrió las botellas y los huesos de algún naufrago y el repique de las campanas destruyen el compás del retorno, naciente de tu aliento, lloras por tu atemporal sacrificio, el mar dibuja el epígrafe de una añeja partitura mientras los dioses añoran la esclavitud del infinito, tú, pequeño semidiós enardecido, huyes de idolatrías y te enraízas en las cuerdas del aire cuyo réquiem oxida el crepúsculo.

Me desconoces, ya no soy el amante que compartía tu universo, ni el espectro que zarpaba contigo sin importar marejadas o la remembranza del oleaje, quizá, esencia borrada por las algas, el rictus de un lenguaje, de eso modo, entro a tus llagas para saber de besos, no de lejanías.

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