viernes, 30 de agosto de 2013

Danilo Zárate Pachecho


Los tres poemas a la ausencia

I

El agua erosiona al mundo
mientras las pesadillas
consumen nuestros cerebros

Te recojo en simbiontes pasos
que forman huellas en el mañana
transforman pétalos en las falanges
de una mano obtusa, llena de miembros.
Una telaraña emerge en madera
consume los horizontes donde corrés,
alguna vez alcanzaré un paso unicornio
en el que mi destino sea marcado
por una sola flecha.

II

Entonces decido perderte
negando hasta mi ascendencia
consumida de etéreos personajes
calcinando locuras
(enmarañadas sensaciones)
alguna vez volveré a verte la cara
cuando las estrellas se interpongan
y el cielo se abra en nuestras cabezas

Te diré que más nunca te perderé
sujetándote entre mis brazos
llorando una canción salomónica
hasta que arda el pecho acólito.

Pájaros caerán en su vuelo
diagramando mandalas caleidoscópicos
que pintaré lejano e inhóspito
¿Quisieras volar hasta que no exista cielo?
El éter sumase a nuestro hallazgo, ahí están,
ahí vuelven las oraciones lejanas
hoy te escribo para no perderme.

III

Me faltaron veinte centímetros para tocarte
las yemas de mis dedos rozan tu perfume
me quedo oliendo hasta poseerte
quisiera saber qué tan cerca está Saturno
vayamos de una vez por todas
te extraño cuando lo único que existen son sus anillos
y se nubla el horizonte con la lluvia matutina.

Te entregaría hasta la piel que no poseo
detrás de estas letras la nada, y ya.

La esencia está en lo insurrecto
y te veo tan lejana que temo
temo a ese miedo absurdo de perder todo.
Nada nos pertenece, ni siquiera nosotros.

La lejanía es lo que nos acerca
y lo hace demasiado tarde.
Un árbol en medio del desierto,
la luna que no sale,
todo lo que vuela y perdura en el espacio,
las personas que te poseen,
la vid que no nace vino.

Te dejaré las palabras más perdidas
la pérdida del mañana.

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