Contradicciones
La absurdidad del abismo que separa al irracional deseo de querer vivir para siempre, frente al agudo temor que nos empuja a desear nuestra propia muerte cuando nos hallamos frente al propio dolor.
La intensa voluntad que desde la Razón nos tienta a desear ser ignorantes para no comprender tantas cosas a las que tememos, frente al profundo pánico universal que sufre aquel que todo lo ignora.
El regocijo espiritual que significa ayudar al prójimo o meramente conmiserarnos con él, frente a la satisfacción del ego que ello provoca en nosotros y el instinto de supervivencia y autoconservación.
Las virtudes del ser amado que eclipsan sus defectos cuando nos enamoramos, frente al odio hacia sus defectos que aniquila sus virtudes cuando el amor se muere, exactamente en el mismo punto donde nacen el odio y el rencor hacia él.
La engañosa convicción de la conciencia que nos dice “mañana empezaré una nueva vida”, frente al abúlico temor de perder lo poco que hemos conseguido, llevándonos a aferrarnos tesonera e inexorablemente a la vida que tenemos a regañadientes.
Y más concretamente:
El hambre en el mundo contrastando conmigo frente a una moderna PC que me informa de ello por Internet; la gloria de las figurillas estelares de rápido intercambio, ante el olvido de los grandes hombres y mujeres que aportaron y aportan su sabiduría y esfuerzos a la Humanidad; las “guerras pacificadoras” (¡!); la nafta sin plomo, pero el agua de los indefensos conteniendo metales pesados y elementos tóxicos a causa de que las empresas petroquímicas vierten sus desechos y polucionan también el aire; las viviendas sociales y los barrios privados llenos de gente que esquiva las villas miseria y pisotea la inocencia de los pobres; el automóvil importado y el chiquito que limpia sus vidrios; la medicina prepaga y los pobres muriendo -con suerte- en las salas de espera de algún ruinoso hospital público; los salvatajes económicos a los grandes capitales y el pequeño comerciante quebrado; los grandes banquetes y el raquitismo de los niños y hombres africanos muriendo enfermos e inanes, recibiendo las limosnas de Organizaciones inútiles y perversas; la pobreza criminalizada por un sistema deslucido que ampara y contiene cómplicemente a los “ladrones de guante blanco”; aviones arrojando comida sobre las ruinas de naciones cuyas dignidades han sido devastadas, mientras los diplomáticos viajan en charter, y sus lujosos automóviles los llevan a los suntuosos hoteles en que se hospedan para fingir que se ocupan; la autopista que conduce a la bella ciudad turística y los trabajadores y hombres de bien esquivando pozos en las calles de sus humildes barrios, si es que tienen la fortuna de no estar aislados de todo o anegados; la Policía delinquiendo, el clientelismo político y los Jueces corrompiéndose.
Todas contradicciones que se traducen en mentiras y salen a la luz mediante el contraste que producen sus evidentemente ilógicas y opuestas naturalezas. Y la satisfacción que hallo porque aliviano la carga que pesa sobre mi Ego, al vomitar verdades que no intento impedir, junto a la decisión de no continuar escribiendo esta lista porque sería infinita y no tendría sentido intentar completarla.
La infructuosa intención testaruda de volcar en un texto estas contradicciones, para que al revisarlo queden todas ellas grabadas para siempre en mi conciencia, y ahora me sienta peor que antes de hacerlo, frente a la aguda y angustiante impotencia de comprender que mis prójimos ,y yo mismo, somos víctimas y muchas veces también, mutuos victimarios de nosotros mismos. Y ahora me siento mejor.
La absurdidad del abismo que separa al irracional deseo de querer vivir para siempre, frente al agudo temor que nos empuja a desear nuestra propia muerte cuando nos hallamos frente al propio dolor.
La intensa voluntad que desde la Razón nos tienta a desear ser ignorantes para no comprender tantas cosas a las que tememos, frente al profundo pánico universal que sufre aquel que todo lo ignora.
El regocijo espiritual que significa ayudar al prójimo o meramente conmiserarnos con él, frente a la satisfacción del ego que ello provoca en nosotros y el instinto de supervivencia y autoconservación.
Las virtudes del ser amado que eclipsan sus defectos cuando nos enamoramos, frente al odio hacia sus defectos que aniquila sus virtudes cuando el amor se muere, exactamente en el mismo punto donde nacen el odio y el rencor hacia él.
La engañosa convicción de la conciencia que nos dice “mañana empezaré una nueva vida”, frente al abúlico temor de perder lo poco que hemos conseguido, llevándonos a aferrarnos tesonera e inexorablemente a la vida que tenemos a regañadientes.
Y más concretamente:
El hambre en el mundo contrastando conmigo frente a una moderna PC que me informa de ello por Internet; la gloria de las figurillas estelares de rápido intercambio, ante el olvido de los grandes hombres y mujeres que aportaron y aportan su sabiduría y esfuerzos a la Humanidad; las “guerras pacificadoras” (¡!); la nafta sin plomo, pero el agua de los indefensos conteniendo metales pesados y elementos tóxicos a causa de que las empresas petroquímicas vierten sus desechos y polucionan también el aire; las viviendas sociales y los barrios privados llenos de gente que esquiva las villas miseria y pisotea la inocencia de los pobres; el automóvil importado y el chiquito que limpia sus vidrios; la medicina prepaga y los pobres muriendo -con suerte- en las salas de espera de algún ruinoso hospital público; los salvatajes económicos a los grandes capitales y el pequeño comerciante quebrado; los grandes banquetes y el raquitismo de los niños y hombres africanos muriendo enfermos e inanes, recibiendo las limosnas de Organizaciones inútiles y perversas; la pobreza criminalizada por un sistema deslucido que ampara y contiene cómplicemente a los “ladrones de guante blanco”; aviones arrojando comida sobre las ruinas de naciones cuyas dignidades han sido devastadas, mientras los diplomáticos viajan en charter, y sus lujosos automóviles los llevan a los suntuosos hoteles en que se hospedan para fingir que se ocupan; la autopista que conduce a la bella ciudad turística y los trabajadores y hombres de bien esquivando pozos en las calles de sus humildes barrios, si es que tienen la fortuna de no estar aislados de todo o anegados; la Policía delinquiendo, el clientelismo político y los Jueces corrompiéndose.
Todas contradicciones que se traducen en mentiras y salen a la luz mediante el contraste que producen sus evidentemente ilógicas y opuestas naturalezas. Y la satisfacción que hallo porque aliviano la carga que pesa sobre mi Ego, al vomitar verdades que no intento impedir, junto a la decisión de no continuar escribiendo esta lista porque sería infinita y no tendría sentido intentar completarla.
La infructuosa intención testaruda de volcar en un texto estas contradicciones, para que al revisarlo queden todas ellas grabadas para siempre en mi conciencia, y ahora me sienta peor que antes de hacerlo, frente a la aguda y angustiante impotencia de comprender que mis prójimos ,y yo mismo, somos víctimas y muchas veces también, mutuos victimarios de nosotros mismos. Y ahora me siento mejor.
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