viernes, 30 de agosto de 2013

Nancy Mejía


LA AMANTE DEL VIENTO.

Cada agosto pasaba lentamente fingiendo la calma de la tarde, haciendo maña frente a mi ventana y dejando entrar una que otra coleta de brisa que anunciaba su presencia. Yo sabia que espiaba la aroma perfumada de mi cuerpo y a propósito me bañaba en el perfume de las flores que a él más le gustaban. 
Mi instinto y el eterno verano de los nuevos tiempos, me hacían desearlo. Ardía de calor y solamente él, con el roce fino de su insipiente tacto en mi piel, podía regresarme la frescura de los tiempos en que abundaba la sombra de los sueños que acobijaban las penas. 
Al percibir su presencia, adornaba mi boca con besos sedientos y desnudaba la carne de forma femenina con que me había bendecido la vida. Así, seducirlo era muy simple y solo tenía que abrir la ventana de mis pasiones para que él con prisa sucumbiera en mi regazo. 
Yo bañada en el sudor de mis lamentaciones, solo anhelaba la paz de esas caricias que él soplaba tiernamente bajo mi ombligo y la danza fugitiva de ese viento que desviaba su rumbo para ondular mi pelo....Ser amada por el viento, era el mejor acto consumado a lo largo de mi vida. 

Cada agosto yo espero por él y él, corre a prisa por el mundo, con el único anhelo de regresar a ese cuarto donde fielmente lo espero... para dejarme amar.

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