lunes, 8 de julio de 2013

Nancy Mejía


Me prometiste la luna y te fuiste a bajarla, mientras yo pasé el domingo en casa esperando tu regreso. Sabía que llegarías exhausto, así que preparé una rica sopa de estrellitas y le puse una cucharada de besos… de esos que tanto te gustan. 

Miré por la ventana y muy hacia lo lejos intuí que regresabas, pues el camino brillaba más que nunca. Cuando me viste y me diste la luna, comprendí que el más hermoso regalo no era ella, sino tu. 

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